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IUS-Etica Un nuevo paradigma: Estado Etico de Derecho

El Derecho está agotando sus fuerzas y requiere de una revitalización que sólo la Moral puede brindarle

MIRAR DESDE LO ALTO. Juan José Bocaranda E

                                                                                             
             El mundo se ha tornado tan complejo, que el conocimiento particular de cada una de las ciencias está siendo rebasado por la realidad. Así, por ejemplo, la medicina clásica o tradicional ha tenido que ampliar su radio de conocimiento recurriendo a otras disciplinas como la psicología, sin olvidar la participación de la sociología, pues la salud y la enfermedad son fenómenos que dejan de ser individuales en la medida en que atañen a extensos sectores de la población inmersa en una realidad social condicionada por el factor económico. Hay médicos que, incluso, están recurriendo a la psicología profunda, más allá de la simple psiquis, para incursionar en los terrenos del espíritu y de  las vidas de un individuo, anteriores a la presente.
Así sucede también con el Derecho: ahora no es suficiente el conocimiento de una disciplina particular, como, por ejemplo, el Derecho Penal, o el Procesal Civil: se requiere ampliar el radio de acción admitiendo no sólo  los aportes de otros conocimientos de la ciencia jurídica, sino también de conocimientos que si bien son ajenos a ésta estructuralmente, sin embargo no dejan de ser complementos necesarios. Como lo son, justamente, la psicología, la sociología, la economía y las ciencias de la comunicación. Pero, por sobre todo, la Moral, Filosofía del Derecho y la Filosofía General, en busca de la síntesis necesaria para enfrentar con eficacia los graves problemas que aquejan hoy a la Humanidad.
Quiere decir que hoy es preciso mirar las cosas desde lo alto, en forma panorámica, pues el conocimiento meramente particular resulta de cortos alcances y de efectos pobres.
A propósito de estas ideas, siempre tenemos presente la siguiente imagen de Omraam Aivahov:
Un científico y profesor eminente, poseedor de varios títulos obtenidos en prestigiosas universidades, hábil para hablar y escribir en unas cuantas lenguas vivas, y conocedor calificado de otras tantas muertas, autor de innumerables obras filosóficas y científicas, trabaja en el sótano de su casa, donde tiene su estudio y laboratorio. De pronto, un hijo suyo, quien  está jugando en la azotea, le grita:
-Papá, vienen hacia acá dos personas. Parece que son dos hombres, uno vestido de azul y  otro de blanco.
-Cuando sepas quiénes son, me avisas
-Ya los distingo: son los que vienen a reparar la cocina
-Está bien. Dile a tu mamá.
Pese a sus grandes saberes y títulos, el científico es aventajado en este caso, por el hijo, de apenas doce años de edad. Y ello se debe a que el niño no está encerrado, ni en el sótano, sino arriba, desde donde domina todos los alrededores de la casa.
La imagen de Aivanhov nos permite extraer estas  inferencias: siempre es necesario mirar las cosas desde un nivel superior, de máxima plenitud, más aun si se trata de cosas complejas.
Es necesario mirar las cosas, no en forma aislada o parcial, sino en conjunto, para conocer en mayor medida su entidad, sus interrelaciones y las posibles consecuencias que de allí se derivan.
No siempre son suficientes o adecuados los conocimientos puramente académicos, por sí solos, pues en  ocasiones deben ser completados o reorientados por el conocimiento empírico de una realidad.
La idea de totalidad que implica mirar las cosas desde lo alto, no se limita al aspecto externo, material y cuantitativo: es necesaria la evaluación cualitativa  de los elementos, sin descuidar la cuestión de los valores humanos, morales y espirituales implicados. Además, el uso o manejo de los recursos  y de los instrumentos, deben ser ubicados frente a la escala axiológica o de los valores.
Desde esta perspectiva general, cabe agregar que, no obstante su importancia y necesidad, no basta la especialización profesional para resolver  determinados problemas. En el caso de la Medicina, por ejemplo, es preciso –como lo advertía Alexis Carrel, Premio Nobel de Medicina en l912- vincular la especialización a  una visión general del organismo, pues éste constituye un sistema, una totalidad.
En forma análoga, hemos de afirmar que el principio de totalidad debe operar también para el Derecho y para toda otra profesión.
Encerrarse en una parcela en forma excluyente, impide ver el camino y sus alrededores: se torna necesario “subir a la azotea”  para saber quién viene y para dónde va.
Y la mejor “azotea” del Derecho es la Moral, dentro del cual debe girar aquél, regido por valores fundamentales que disipen toda posibilidad de manipulación interesada.


Quizás a la falta de un enfoque totalizador de la realidad, se deban tantos desaciertos y equivocaciones graves en los más diversos campos del quehacer humano.