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IUS-Etica Un nuevo paradigma: Estado Etico de Derecho

El Derecho está agotando sus fuerzas y requiere de una revitalización que sólo la Moral puede brindarle

EL ABOMINABLE PESO DE LOS GOBERNANTES CORRUPTOS Juan José Bocaranda E





Prensa
EL ABOMINABLE PESO DE LOS GOBERNANTES CORRUPTOS
Juan José Bocaranda E

Para nosotros, el concepto de corrupción política no se detiene en el solo asunto del robo del erario público. Ni siquiera en el tema de la no-transparencia. Porque no se trata únicamente de hallarse en condiciones de rendir “cuentas claras” en el manejo de los recursos, sino, mucho más allá y más profundamente,  de obrar conforme a las exigencias de la Ley Moral. Lo que significa que el gobernante debe ser, ante todo y sobre todo, fiel cumplidor, fiel realizador de los principios morales y de los valores éticos, en el ejercicio del poder. Por consiguiente, el concepto de corrupción es tan amplio como todo lo pernicioso o negativo que en él cabe en oposición a esos principios y a esos valores. En otras palabras, la corrupción es todo el cúmulo de males que el gobernante perpetra en contra de la nación y de los derechos e intereses del pueblo, incurriendo, así, en lo que podemos llamar  DELITO DE LESA DIGNIDAD.

Claro está que en el Mundo actual, el cumplimiento de estos ideales es absoluta, radicalmente imposible, debido a la tónica general de un concepto de política que se separa, per se, en forma sistemática y por definición, del ámbito de la Moral.
De ahí que se requiera como punto de partida una política  de calidad tan alta y exigente, que implique su transmutación en POLI-ÉTICA y la correspondiente transmutación de los políticos en POLI-ÉTICOS. Mas, para todo esto  es preciso un profundo cambio de mentalidad.

Así, pues, las ideas que aquí estamos expresando son sólo un planteamiento y una aspiración. No somos ingenuos, ciegos ni idealistas obnubilados. Estamos plenamente conscientes de la realidad política actual, abyecta, podrida y frustrante.

El punto de partida para un giro fundamental, radica en la necesidad de REpensar en el papel que protagonizan en la actualidad,  los políticos corruptos, los gobernantes corruptos, en todo  el Mundo, en mayor o menor medida, Es necesario bajarlos a empujones del  pedestal que los pueblos les han levantado desde el fondo de los tiempos, cuando los primeros políticos, los primeros mandamás, los primeros corruptos y  traidores, hicieron su aparición, para oscurecer, corromper y destruir. Es necesario que los pueblos abran los ojos para tomar consciencia de que el mal que campea por el Mundo, atenaceando a los seres humanos débiles e indefensos, se debe, en muy alto porcentaje, a la maldad de los políticos y de los gobernantes. Un mal que hace de los pueblos, zombis miserables, cuya existencia es aplastada por el trato inhumano de los malos gobernantes.
La “canalla gobernante”-como los tilda Salvador Freixedo- es tanto más culpable de los males que padecen los pueblos en cada país, en cada continente, cuanto pudiendo establecer el bienestar para el pueblo, sin embargo no lo hacen, sino que, por el contrario, se abocan, en forma sistemática, a causar el mal con arbitrariedad multiforme y para su propio beneficio, en contra del ideal de servicio prohumano que debería impulsarles.

No tienen excusas. Cuentan con el poder y los recursos necesarios para favorecer que la vida del pueblo discurra en  paz, con alegría y seguridad,  en un país dotado de todos los servicios que corresponden a la dignidad humana. Vida  sin contratiempos ni angustias, con salud, alimentos, educación  y vivienda cómoda e higiénica, tal forma que no hubiera pretextos para el descontento.

Es preciso un giro radical hacia una toma de consciencia, antes de que el Mundo y la Humanidad perezcan..por causa, justamente, de los podridos políticos...



EL ABOMINABLE PESO DE LOS GOBERNANTES CORRUPTOS Juan José Bocaranda E





EL ABOMINABLE PESO DE LOS GOBERNANTES CORRUPTOS
Juan José Bocaranda E

Para nosotros, el concepto de corrupción política no se detiene en el solo asunto del robo del erario público. Ni siquiera en el tema de la no-transparencia. Porque no se trata únicamente de hallarse en condiciones de rendir “cuentas claras” en el manejo de los recursos, sino, mucho más allá y más profundamente,  de obrar conforme a las exigencias de la Ley Moral. Lo que significa que el gobernante debe ser, ante todo y sobre todo, fiel cumplidor, fiel realizador de los principios morales y de los valores éticos, en el ejercicio del poder. Por consiguiente, el concepto de corrupción es tan amplio como todo lo pernicioso o negativo que en él cabe en oposición a esos principios y a esos valores. En otras palabras, la corrupción es todo el cúmulo de males que el gobernante perpetra en contra de la nación y de los derechos e intereses del pueblo, incurriendo, así, en lo que podemos llamar  DELITO DE LESA DIGNIDAD.

Claro está que en el Mundo actual, el cumplimiento de estos ideales es absoluta, radicalmente imposible, debido a la tónica general de un concepto de política que se separa, per se, en forma sistemática y por definición, del ámbito de la Moral.
De ahí que se requiera como punto de partida una política  de calidad tan alta y exigente, que implique su transmutación en POLI-ÉTICA y la correspondiente transmutación de los políticos en POLI-ÉTICOS. Mas, para todo esto  es preciso un profundo cambio de mentalidad.

Así, pues, las ideas que aquí estamos expresando son sólo un planteamiento y una aspiración. No somos ingenuos, ciegos ni idealistas obnubilados. Estamos plenamente conscientes de la realidad política actual, abyecta, podrida y frustrante.

El punto de partida para un giro fundamental, radica en la necesidad de REpensar en el papel que protagonizan en la actualidad,  los políticos corruptos, los gobernantes corruptos, en todo  el Mundo, en mayor o menor medida, Es necesario bajarlos a empujones del  pedestal que los pueblos les han levantado desde el fondo de los tiempos, cuando los primeros políticos, los primeros mandamás, los primeros corruptos y  traidores, hicieron su aparición, para oscurecer, corromper y destruir. Es necesario que los pueblos abran los ojos para tomar consciencia de que el mal que campea por el Mundo, atenaceando a los seres humanos débiles e indefensos, se debe, en muy alto porcentaje, a la maldad de los políticos y de los gobernantes. Un mal que hace de los pueblos, zombis miserables, cuya existencia es aplastada por el trato inhumano de los malos gobernantes.
La “canalla gobernante”-como los tilda Salvador Freixedo- es tanto más culpable de los males que padecen los pueblos en cada país, en cada continente, cuanto pudiendo establecer el bienestar para el pueblo, sin embargo no lo hacen, sino que, por el contrario, se abocan, en forma sistemática, a causar el mal con arbitrariedad multiforme y para su propio beneficio, en contra del ideal de servicio prohumano que debería impulsarles.

No tienen excusas. Cuentan con el poder y los recursos necesarios para favorecer que la vida del pueblo discurra en  paz, con alegría y seguridad,  en un país dotado de todos los servicios que corresponden a la dignidad humana. Vida  sin contratiempos ni angustias, con salud, alimentos, educación  y vivienda cómoda e higiénica, tal forma que no hubiera pretextos para el descontento.

Es preciso un giro radical hacia una toma de consciencia, antes de que el Mundo y la Humanidad perezcan..por causa, justamente, de los podridos políticos...



LOS ESTADOS A PARTIR DEL 10 DE DICIEMBRE DE 1948 VISIÓN IUSÉTICA Juan José Bocaranda E





LOS ESTADOS A PARTIR DEL 10 DE DICIEMBRE DE 1948
VISIÓN IUSÉTICA
Juan José Bocaranda E

El ser humano debe admitir que ha ingresado, con este milenio, a otra realidad, la cual genera nuevas ideas y exige nuevas formas, capaces de albergar y mantener nuevos contenidos.
Ahora bien, nos llama la atención el hecho de que, no obstante la germi­nación de ideas novedosas que, a mediados del Siglo XX, dieron razón de ser a la Proclamación de los Derechos Humanos, los Estados parecen no perca­tarse cabalmente de esta realidad, aun en nuestros días. Han debido ir mucho más allá de la sola entronización constitucional de los Derechos Humanos, y prestar atención a la trascendencia del Reencuentro como punto de partida para una nueva filosofía del Derecho y del Estado. Al no hacerlo, tienen ahora más de cincuenta años de retraso en la estructuración de la nueva filosofía.
Son puntos para la reflexión los siguientes:
1.    Si un Estado reconoce los Derechos Humanos, incluyéndolos en el or­denamiento jurídico, es porque admite la idea de la dignidad humana.
2.    Si admite la idea de la dignidad humana en el ordenamiento jurídico, es porque acepta la injerencia directa de la Moral en el Derecho.
3.    Si acepta la injerencia directa de la Moral en el Derecho, se define a sí mismo como Estado Ético de Derecho.
4.    Si se define a sí mismo como Estado Ético, reconoce que, además del Principio Jurídico, concurre el Principio Ético como factor de la Constitucionalidad.
5.    Si, al igual que el Principio Jurídico, el Principio Ético es factor esen­cial del sistema jurídico, ni la definición del Estado ni el concepto de Derecho deben apoyarse únicamente en el factor jurídico, tal como si el Principio Ético no existiese.

En consecuencia, todo Estado que admite los Derechos Humanos, admite implícitamente la conjunción de la Moral con el Derecho. No vale el argumento de que el Estado sólo admite el concepto de dignidad humana y no la Moral, pues cada vez que, en situaciones concretas, se hacen valer los Derechos Humanos, la Moral les sirve de fundamento sobre la base de una opción entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto. Lo que significa que la Ley Moral (Cap. 11,2) está presente en todo caso de reclamo de los Derechos Humanos por vía del Derecho, y que el Estado ratifica así su naturaleza de Estado Ético, y el Derecho acentúa al mismo tiempo el signo de la Moral.
Con todo, los Estados no se han detenido a pensar que por el hecho mismo de reconocer los Derechos Humanos, necesaria e implícitamente abandonan el criterio de la separación entre el Derecho y la Moral. Es más: no han reflexionado sobre las diversas vías de recepción de la Moral por el Derecho (Nº 10.1.1. del presente Capítulo), por lo que tampoco se han preocupado por establecer cuál ha sido la forma de penetración de la Moral en sus respectivos sistemas jurídicos, con los efectos trascendentales que de ello derivan. Por estas razones, quedan emplazados ante la responsabilidad moral por ignorancia culpable. (Continuará).

HOMBRES DE CARÁCTER, POLI-ÉTICA Y POLI-ÉTICOS. Juan José Bocaranda E




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HOMBRES DE CARÁCTER, POLI-ÉTICA Y POLI-ÉTICOS.
Juan José Bocaranda E

Observación previa
Quien esto suscribe, permanece en “la romana vieja” que incluía implícitamente tanto a los hombres como a las mujeres,  en el vocablo “hombre”. Porque atendía al hecho de que, en una acepción abstracta, no se hace referencia al sexo sino a la condición humana.
Por consiguiente cuando en este artículo utilicemos el vocablo “hombre”, debe considerarse incluida a la mujer.

                                            ***

1. En estos tiempos calamitosos donde todo parece afectado por la inestabilidad más opresiva, es preciso rescatar de entre las ruinas, lo que podríamos llamar “el principio de los principios”.

El principio de los principios” consiste, a nuestro modo de ver, en que todo ser humano que se precie de tal, debe ser, básicamente, un sujeto consciente de que sin los principios,  carece realmente de humanidad, porque le es ajeno el contenido valioso de lo espiritual y de lo racional y porque es  un ente vacío, simple cáscara sin pulpa ni fruto.
Quiere decir que lo valioso del ser humano no radica en el ser aparente, externo, sino en el ser profundo, espiritual y moral, sin cuya subyacencia puede haber “hombres” o “mujeres”, pero no “seres humanos” auténticos, plenos.

El hombre que exhibe la televisión, abocado únicamente a un segmento del ser, no es un hombre completo. Porque cuando se unilateraliza hacia el desarrollo meramente físico, fortaleciendo los músculos, estirando la estatura corporal, haciéndose, por lo menos aparentemente, fuertes y combativos, deja al margen otros aspectos del ser humano pleno, sin cuya presencia el resultado deja mucho que desear.

Igual sucede con la persona que se unilateraliza hacia el aspecto puramente espiritual: se manifiesta como incompleto, porque el ser humano pleno toma en cuenta tanto el desarrollo físico como el desarrollo espiritual.

2. El ser humano es una “suma para la multiplicación”. Porque en él se conjugan la materia y el espíritu, mas no para permanecer en sí, como simple suma, sino para “multiplicarse”, para realizarse y expandirse hacia los demás seres, en los valores y a través de los valores tanto espirituales como morales.
Es en este conjunto de condiciones donde radica la dignidad humana, la razón de ser de la valoración propia, del merecimiento del respeto hacia sí mismo.

Ser hombre, ser mujer, en apariencia, puede cualquiera. Pero ser humano en y para la plenitud, sólo el que “construya” y realice la dignidad.

3.Entendemos como hombre de principios aquél que –parafraseando a Leonardo Da Vinci-  avanza “fijo a una estrella”. Y esta “estrella” es el conjunto armonioso de los valores espirituales y morales, de las creencias plausibles, de las aspiraciones valiosas, de los ideales inalienables que le otorgan al ser humano  estabilidad espiritual, moral y psicológica para que luche con firmeza y dedicación por el bien y la justicia en pro de los demás.

4.Sin embargo, no basta el ser: es necesaria la permanencia en el ser,  la permanencia en el propósito-valor; el sello de la permanencia en la rectitud. Y para que haya la permanencia,  se precisa el carácter, cimiento de los principios.

La permanencia en los principios implica la necesidad de que el ser humano que los posee y que los vivencia, sea leal a los mismos, manteniéndose  tal como es, en todo momento, en toda circunstancia. Es un acto continuo de lealtad a los principios, de fidelidad a los valores espirituales y morales, sin esguinces, sin variaciones de conveniencia, sin modalidades ni acomodos circunstanciales, sin pretextos en aras de intereses bastardos ni de concesiones degradantes ni por miedo al ridículo o al qué dirán, pues porta dentro de sí la línea recta e insobornable que le trazan los principios que es incapaz de traicionar.

El hombre de carácter no cambia con el ambiente, no se somete a condiciones ni exigencias capaces de desviar sus miras y objetivos, ni altera su debida conducta, es decir, la conducta que le indican sus deberes morales. Marcha en línea recta ascendente, marcando siempre el acento de la realización de los valores que lo animan. Busca, en todo momento, la esencia, no la apariencia. Y está consciente de qué debe hacer, cómo y por qué, y lo hace.

El hombre de carácter sabe que debe ser rectilíneo en los principios, pero también, que debe marchar en zigzag para poder hallar la verdad. Porque la verdad no es hija de la facilidad, sino producto de una labor afanosa e intrincada que tiene en cuenta que sus  piezas están dispersas, por lo que hay que buscarlas y reunirlas para su reconstrucción.

El hombre de carácter que porta el sello de la permanencia en los principios, germina la seguridad de que los demás conseguirán en él lo que debe esperarse en razón de su lealtad a los principios.  Ello significa que el hombre de carácter no rinde culto a la apariencia, no finge ni hace creer o suponer que es lo que realmente no es. No juega con los conceptos ni con las palabras. No claudica en lo piensa o cree. Es claro y manifiesta claridad y firmeza en los propósitos, pues sabe adónde va, por qué y cuáles caminos seguir. No acepta desviaciones, no pacta conla mentira, la traición o la convenciencia. Manifiesta honradez tanto intelectual como moral, dispuesto a defender en todo momento y circunstancia la verdad y la justicia. Por lo tanto, si incursionase en la política, no sería político sino POLI-ÉTICO, es decir, enfocaría y realizaría lo relacionado con la sociedad y con el Estado con una rectitud a toda prueba, sin concesiones ni cortapisas de inmoralidad. Pero, esta clase de hombres está reservada para el futuro, más lejos que cerca, cuando la Humanidad haya ascendido de nivel, hacia lo moral y lo espiritual como guías supremas. Un hombre de estas características no toleraría existir en este hueco negro, profundamente asqueroso, que es la POLÍTICA y que seguirá siéndolo mientras no se transmute en la POLI-ÉTICA que habrá de venir.