Prensa
Aquí cabe de todo
DULCE JUBILACIÒN
Juan José Bocaranda E
Un viejo amigo no
sabía qué hacer con su jubilación. Cabizbajo, caminaba con las manos en los bolsillos, como agobiado
por un peso invencible. Era la
invitación misma a la enfermedad y a la muerte.
La jubilación puede
constituir, según algunos especialistas y para algunas personas, una de las crisis vitales más importantes:
infelicidad, desadaptación, disminución de las relaciones sociales, alteración
de las relaciones familiares, ansiedad, miedos, disminución de ingresos,
disminución de autoestima.
No todos los jubilados gozan de la posibilidad de
refugiarse en el golf o en otros esparcimientos deportivos. Ni todos pueden disponer de los recursos
necesarios para viajar. Pero, lo fundamental no radica en los alcances
pecuniarios, sino en evitar el tedio, el desgano, la sensación de inutilidad,
cuya influencia debe ser contrarrestada por la realización de una labor útil.
Le aconsejé que buscase
algo que hacer. Alguna actividad que generara
objetivos para cada mañana. La persona que no tiene objetivos en la
vida, casi no puede ni levantarse de la
cama, pues ¿para qué y a qué?
Le sugerí se dedicase a la
apicultura y, para incitarlo a la acción mediante un ejemplo de la vida
real, le hablè largamente de Mauricio
Maeterlinck. Le dije que se trataba de un escritor belga quien obtuvo el Premio Nobel de Literatura, en 1911. Pretendì
llenarlo de fervor agregando que Maeterlinck, a los ochenta y un años, se
marchó a California, a criar abejas, prosiguiendo en aquel dulce quehacer,
hasta su muerte, ocurrida en l949.
En su libro “La Vida de las
Abejas”, -le comentè también- Maeterlinck, como lo hiciera el poeta Virgilio treinta años antes de Cristo, describe, en un
auténtico himno a la dulzura, la
colmena, el enjambre y la matanza de los zánganos, y se detiene a pintar, en
“el vuelo nupcial”, la manera en que se efectúa la fecundación de la abeja
reina.
Hasta le leì unas líneas textualmente:
“En torno a la reina virginal, y viviendo con ella entre la multitud de la
colmena, se agitan centenares de machos exuberantes, siempre ebrios de miel,
cuya única razón de existir es un acto de amor”…
Para despedirme le agreguè:
Si no escribes un libro sobre las abejas, por lo menos dedícate a cultivarlas.
De esta manera te endulzarás los días y
soñarás mieles por las noches. Pero algo tienes que hacer, en algo debes
ocupar el tiempo y distraer la mente. De lo contrario, te matarán el tedio y la
tristeza….
…Una tarde me acerqué a la
playa de Pampatar. Allá, no muy lejos
del Fuerte, pude ver a mi amigo frente a
un caballete, empuñando un pincel: había seguido mi consejo. Y si no se había
arriesgado a soportar las picaduras de las abejas ni a escribir un libro sobre
los panales, por lo menos se había dedicado a pintar paisajes.
Era la mejor manera de
librarse de aquel suicidio paulatino que le había estado causando la amargura
de no hacer nada.
“Hay que jubilarse del
trabajo, pero no de la vida” – me dijo, sonriendo y convencido…