LA
DIPLOMÉTICA
Juan José
Bocaranda E
El estudio
y conocimiento de las relaciones internacionales y de los intereses comunes,
no pueden mantenerse ajenos al concepto de Estado Ético de Derecho.
En el
Estado Ético de Derecho, la ciencia de las relaciones internacionales no debe
apoyarse en criterios de un Estado de mero Derecho: hoy el Derecho
Internacional no puede definirse sin asumir como factor esencial el Principio
Ético, además, obviamente, del Principio Jurídico.
Por encima
de los vínculos políticos, culturales, económicos, etc. que pretenden unir a
las naciones, prevalece un denominador común de orden superior que califica
todos esos lazos: se trata del reconocimiento del valor de la
dignidad humana de los individuos y del ser nacional. Así como, en
virtud de los Derechos Humanos, existen en el Planeta tantos Estados Éticos
como Estados de Derecho, existe también, implícitamente, una Comunidad Ética Internacional, cuya esencia debe orientar,
con nuevas metas y nuevos horizontes, las relaciones internacionales.
En
consecuencia, hoy la
Diplomacia debería manifestarse con un nuevo carácter, como DIPLOMÉTICA, o
ciencia de las relaciones internacionales que no puede definirse ni practicarse
sino sobre la base de una conjunción
indisoluble entre la Moral
y el Derecho: una redefinición ius-ética del Derecho Internacional.
La Diplomática
se proyecta hacia una concepción humanística de las relaciones
internacionales, las cuales, en esencia, deben estimarse como relaciones entre Estados Éticos que
luchan en conjunto por la realización efectiva de los Derechos Humanos, con
miras a la universalidad.
Los
intereses políticos, económicos, culturales, etc. que hasta ahora se valoraban
por sí mismos, deben ser valorados holísticamente, en esta nueva perspectiva,
bajo un orden superior, que lo es el Principio Ético, abandonando la concepción
individualista y utilitarista, para calificar las relaciones internacionales,
de sincera colaboración, como obra realmente común, desinteresada e inmediata,
invocando como fin último determinante,
el bien para la dignidad humana de los individuos y de los pueblos.
La
"diplomacia abierta", de Woodroow Wilson, fue la premonición, entonces
poco comprendida, de la Diplomática.
No en vano
se ha propuesto la "triplomacia" para "reemplazar el
término diplomacia, alicaído hoy por los desencuentros y desviaciones del
individualismo", como observa Miguel Herrera Figueroa.