LENGUAJE DE DELINCUENTES
Juan José Bocaranda E
-Tuerces la ley para tu beneficio como si fueses su
dueño. Tus sentencias son un amasijo de falacias, que enfilas, conforme a tu
interés, hacia el mejor postor. Y eso es inmoral.
-¡Papá, déjate de los remilgos moralistas de los
jueces viejos!. Hoy vivimos otras realidades, distintas a las de tus días de
juez.
-La Moral no envejece. No es cuestión de tiempo sino
de consciencia y de dignidad. El hombre consciente y digno existe en todas las
épocas, porque la una y la otra son base y condición de los valores morales y
espirituales.
-Yo me someto al libre albedrío, y punto. Lo demás
no cuenta para mí.
-¡Cómo has cambiado! Tú no eras así. No fue así como
te formamos tu madre y yo.
-Sí. Desde que “descubrí” lo conveniente del libre
albedrío soy otro.
-Pero, te equivocas. El libre albedrío cabe cuando
se trata de la Moral privada, no de la Moral Pública, a la que no tienes
derecho de acomodar a tu conveniencia. Porque justamente pertenece a una esfera
que está por encima de los intereses particulares.
-¿Podrías explicarme por qué?
-Como individuo, cuando practicas los valores
morales, estás propugnando por tu propio desarrollo espiritual. Ese es el fin
de la Moral privada. En cambio, como funcionario, tu conducta debe someterse a
los dictados de la Moral Pública, que no persigue el desarrollo espiritual del
individuo, sino el desarrollo espiritual de la sociedad, del país. Ambos aspectos
deben marchar juntos, por razones de coherencia y de integridad moral.
-¡Bah! Simples sutilezas de la gente que se las da
“pensante” y que se dedica a eso porque le sobra tiempo. Son puras pendejadas.
-¿Pendejadas? ¿Adónde piensas llegar?
-Yo digo lo que un compañero de la Escuela de
Derecho, cuando cursábamos segundo año: “lo mío es el billete. Lo demás no me interesa”.
-Qué lamentable. Ya hasta hablas como los delincuentes.
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