¿POR QUÉ LA DESOBEDIENCIA A LAS LEYES? VISIÓN IUSÉTICA. Juan José Bocaranda E





¿POR QUÉ LA DESOBEDIENCIA A LAS LEYES?
VISIÓN IUSÉTICA.
Juan José Bocaranda E

La desobediencia a las leyes no es sino una consecuencia  tácita del rechazo a la autoridad del Derecho. El desacato a las leyes no existiría si el Derecho gozase de autoridad intrínseca y substancial, es decir, si  pudiera justificar de por sí, a cabalidad, su propia autoridad. Y decimos “a cabalidad” porque se requiere ir mucho más allá de una justificación  artificial y rebuscada como la que proponen  ciertas teorías, elaboradas sólo para élites intelectuales de filósofos y  juristas. Así,  la teoría de la coordinación social con el bien común;  o la teoría de los juegos, etc, en todo caso  ajenas al conocimiento de la población en general y, peor aun, carentes de substancialidad trascendente.

Ninguna teoría, aunque provenga de cerebros privilegiados,  puede ser convincente si se queda en las ramas, es decir, si no profundiza  en la fundamental razón justificadora de la autoridad del Derecho. Tampoco, si cae en círculos viciosos explícitos o implícitos. Afirmar que el Derecho encuentra la justificación de su autoridad en la capacidad de eficacia para realizar el bien común mediante hechos reales, tangibles y concretos, representa un ejemplo de razonamiento circular. Porque cuando el Estado apoya la justificación de su autoridad en su propia eficacia, la está fundamentando en sí mismo, y es allí donde gira el círculo vicioso. Pero, ¿cómo romper este círculo vicioso? ¿Dónde debe encontrar el Derecho la justificación de su autoridad? Debe hallarla, necesariamente, en la Moral, única que el ciudadano asume como base del Derecho. Mas, ¿hablar de Moral en el Estado y en el Derecho en los días que corren? Hay que hacerlo, aunque muchos miren hacia otro lado, sin pensar que el rechazo a todo lo que tenga que ver con la Moral, es la máxima inmoralidad…

Ahora bien, el Derecho es tanto más justificador de su propia existencia, cuanto más se apoye sobre la Moral; cuanto más se deje conducir y orientar por los mandatos de la Moral. Y esto sólo puede ocurrir en el Estado Ético de Derecho, no en el  “Estado de Derecho”, que  da a entender que no necesita justificar su existencia o que la justifica recurriendo a sus propias fuerzas. Error descomunal, como lo demostró, desgraciadamente, el Derecho nazi, cuando pretendió justificar el antiderecho apoyándolo en el mero cumplimiento de las formalidades de su producción.

El sentido crítico lleva al pueblo a plantearse si debe obedecer aquello con lo que no está de acuerdo, por lo que acata el Derecho en la medida de su convicción. En consecuencia, clama porque sea tomado en cuenta un elemento transcendente del cual deba partir el Derecho para que pueda garantizar, ante todo y sobre todo, seguridad: ese elemento es la Moral, último y supremo recurso.

La crítica es hoy la palanca de Arquímedes, capaz de mover al mundo…Y  su punto de apoyo sólo puede ser la verdad fundada en la Moral…