SEGÚN SE VIVE SE MUERE Juan José Bocaranda E





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SEGÚN SE VIVE SE MUERE
Juan José Bocaranda E

Si la existencia tiene su lógica, es de suponer que el ser humano que ha vivido causando daño a los demás, muere atormentado. Pero, en cambio, el que ha vivido por lo menos absteniéndose de perjudicar a sus semejantes, muere en paz.
Cabe, pues, admitir que hay diferentes formas de morir, como existen diferentes formas de vivir. Es màs: ambas formas son correlativas. Hay formas apacibles y formas atormantadas.
Se dice que la expresión más atormentada, difícil y oscura de todas las muertes, la más indeseable, corresponde al ser humano común; el ser humano que en forma preponderante y permanente se dedica a satisfacer las apetencias de los sentidos físicos, creyendo que ha venido a este mundo, única y exclusivamente, a satisfacerlos, actuando peor que los animales.. Y cuanto más se aboca a complacer los sentidos, más acentúa esta inclinación, generando los “apegos”, cadenas invisibles que amarran el alma a este mundo, y que le impiden ascender en el proceso de morir, forzándola  a permanecer en el nivel material,  aunque sin cuerpo físico, lo que le causa muy grave sufrimiento: nos estamos refiriendo a quienes suelen decir  que “la vida es una sola y es para divertirse, para gozar. Aprovechemos cuanto podamos”. Son los que dicen “no hay nada después de la muerte. Comamos y bebamos y luego moriremos”, como anota San Pablo.

Esas personas, dice Osho, nunca han conocido nada superior al placer de comer y al sexo. Su vida ha sido primitiva y burda…En el momento de morir tratará de aferrase. Se resistirá a la muerte; luchará contra la muerte. La muerte se le presentará como su enemigo. Por eso, la muerte ha sido presentada como algo oscuro, diabólico. En la India decimos que el mensajero de la muerte es muy feo, oscuro, negro, y llega sentado en un búfalo enorme. Esta es la actitud corriente. Esa gente se lo ha perdido, no han sido capaces de conocer todas las dimensiones de la vida, de llegar a las profundidades de la vida, de ascender a las alturas de la vida. Se han perdido la plenitud, se han perdido la dicha”.

Las personas que han vivido apegadas al alcohol, las drogas, el tabaco, los juegos de azar, o que han sido excesivamente dominados por el deseo sexual o por la gula, quedan atrapados en el astral, en permanente, inútil y desesperada búsqueda de  satisfacer estas adicciones. Los drogadictos son vistos allá con un semblante patético y carentes de espíritu, por lo que, creyéndolos cuerpos vacíos, los posesionan las entidades inferiores.

También abre esta puerta oscura, el mal uso de nuestra fuerza física, dirigida a sojuzgar, a maltratar, a oprimir a los demás, con injusticia evidente. Del mismo modo, la imposición de nuestra voluntad por encima de la razón, de la verdad, de la justicia, ya como gobernantes, ya en nuestra vida privada y del hogar o en las relaciones sociales.

Padecen también una muerte extremadamente dolorosa, las personas que dan libre curso a sentimientos y deseos egoístas, en cualquiera de sus manifestaciones: calumnia, mentira, dolo, usura, avaricia, codicia, usurpación y enriquecimiento a expensas de los demás. O aquéllas que han vivido odiando o fomentando el odio y el maltrato contra los demás.

¡Y qué no decir de los comerciantes que muestran ser voraces, injustos y abominables! Ellos también forman filas en este grupo de la muerte negra. Cuando se les acerca “el jinete feo sobre el búfalo fiero”, tiemblan, se aferran a esta vida, no quieren desapegarse de sus riquezas mal habidas, y padecen graves remordimientos al borde del negro abismo, por lo que les espera abajo. Se les viene encima todo el cúmulo de deudas morales que contrajeron con otros comerciantes, a quienes desearon el mal por motivos de competencia, y las que se han creado como consecuencia de los abusos perpetrados contra los clientes, a cuyas expensas se enriquecieron, nada de lo cual se llevarán con ellos, pues tendrán que presentarse en cueros ante el duro Juez del más allá…

Cada quien, con su forma de vivir, escoge la forma de morir. Nuestra muerte será tanto más apacible, cuanto mayor cúmulo de armonía hayamos cosechado en el curso de nuestra vida. Gracias a Dios que, mientras vivamos, tendremos oportunidad para corregir el rumbo, si escuchamos el llamado que alguien nos hace…De lo contrario, que quien no crea, siga riendo, hasta que la muerte, en su forma más oscura y tormentosa, le sorprenda para convertirle la risa en  mueca horrible.