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LAS RAÌCES DEL FANATISMO
Juan Josè Bocaranda E
Es asombroso que, pese a los adelantos
científicos y tecnológicos y a pesar de los cacareos de la modernidad y de la
racionalidad, el fanatismo se haya mantenido; y que hoy, incluso, a medida que
avanza en Siglo XXI, estè renaciendo, y en forma virulenta, dramáticamente
cruel e inhumana, como ocurre, por ejemplo, con los desmanes del llamado Estado
Islàmico.
No menos asombroso, el renacimiento creciente
del neonacismo, que de “nuevo” no tiene nada sino los jòvenes estúpidos que buscan cerrar
filas detrás de una locura infernal. Se
trata de la misma demencia, de la misma crueldad, de la misma sed de violencia
y sangre del “viejo” nacismo hitleriano.
Asì, pues, el fanatismo es un tema de suma
actualidad, tanto màs cuanto pone en peligro la paz del Mundo, susceptible de
romperse por obra de los fanáticos. Porque, si bien el fanatismo se vinculò originalmente
a la religiòn, hoy se habla también del fanatismo político y de muchos otros
fanatismos, todos ellos generados e impulsados por una delirante estupidez.
Lo que hace del fanatismo una enfermedad y
una plaga, es el hecho de que gira, no en el plano de la inteligencia, de la
lógica, de la razón, sino en el fondo màs obscuro del ser, en el pozo del
subconsciente, de la irracionalidad, de la animalidad.
Debido a este signo, a esta característica,
el fanàtico no atiende a los razonamientos. Ante la mole extremadamente
compacta e impenetrable de esa actitud obtusa, de nada valen los argumentos,
por màs convincentes que sean. Antes por el contrario, parece que cuanto màs se
insiste en hacer valer la lógica para disolverlo, màs se empecina el sujeto en
mantener sus creencias, que profundiza cada dìa màs, hasta la muerte ajena y la
muerte propia.
La puerta de ingreso de los fanatismos es el
subconsciente. El fanatismo penetra en el ser humano por la vìa de las
emociones. Por eso es necesario protegerse de una entrega excesiva,
inconsciente, precipitada, a “causas” religiosas o políticas que después
convierten a las personas en robots, en zombis, capaces de perpetrar los hechos
màs criminales, porque dejan suelta la animalidad, el descontrol, la irracionalidad.
Es posible que el fanatismo comience con una
pequeña semilla depositada en el cerebro: un panfleto, una asamblea religiosa o
política, un orador hábil en persuadir…y si permitimos que esa pequeña idea
taladre en nuestro ser y caiga en el subconsciente, podrá crecer y
desarrollarse hasta formar un árbol inconmovible. De ahì la necesidad de
abstenerse de asistir a ese tipo de reuniones o, en todo caso, estar prevenido,
acorazado por la calma, por la reflexión, cuidando de no dejarse persuadir y
arrastrar por los promotores, por los “fanatizadores”, por los zombis amaestrados
para el adoctrinamiento, tan perniciosos como los estupefacientes. No dejarse
adoctrinar, no dejarse sugestionar.
En el caso de los jóvenes que en diversos países
se están dejando atraer por el trabajo subliminal o expreso de Isis, se da el
hecho de que la sugestión es acompañada de estímulos del interés, como “el buen trato, el trato diferente”, y el
dinero y las atenciones. De ahì la necesidad de que, para contrarrestar
esta posibilidad, los gobiernos presten
mayor atención a los jóvenes, en materia de estudio, trabajo e ingresos, porque
ello resulta màs productivo y menos costoso que invertir en tratamientos psicológicos
muchas veces fallidos.
Las “fijaciones” dobles son las màs difíciles
de disolver: cuando el fanático toma de la fuente subconsciente y a la vez
alimenta con la idea fanática el consciente o la razón, y a la inversa, se
torna màs impenetrable y poderoso, y es esto lo que se debe evitar. De lo
contrario, los hacedores del mal, los agentes de la perversión, seguirán conquistando
a los jóvenes, y si ello se incrementa, el Mundo llegarà a perecer.
En cuanto al Estado Islàmico, lo que le hace
màs poderoso no son las armas modernas que utiliza, sino el hecho de que se
trata de la conjugación del fanatismo religioso con el fanatismo político, es
decir, se trata de una doble estupidez.
La doble estupidez es la màs difìcil de
combatir, porque las estupideces se alimentan mutuamente y el mal que causan se
centuplica...