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EL JUICIO CRÌTICO DE LOS BORRACHOS
Juan Josè Bocaranda E
Claro que la crìtica es necesaria, porque
sin ella no habrìa progreso, pues todo
se considerarìa perfecto y acabado. No sería posible perfeccionar las
instituciones. Ni la Moral, ni la Filosicìa, ni las ciencias, ni las simples
artes mecánicas podrían avanzar, pues no habrìa cambios. En fin, el nivel
material, cultural, moral y espiritual de la Humanidad quedaría estancado, y el
ser humano cesaría en su evolución, cerrando paso a su destino superior.
De la necesidad de la crìtica no deben
quedar excluidos los libros, porque pueden contener errores que deben ser
corregidos o puntos de vista que deben ser modificados, ponderando las ideas que
expresa, en función de los diversos valores que atañen al ser humano.
La crítica es un juicio de valor que elaboramos y
expresamos respecto a todo hecho, a toda facticidad, en función de lo que
consideramos un deber ser. De cómo consideramos, por ejemplo, debe ser la
democracia, debe comportarse un funcionario, debe funcionar una escuela, un
colegio o una universidad o debe ser manejada una prefectura, una alcaldía, un
hospital o un orfanato, y de cómo debería ser determinado libro.
Pero el juicio de valoración es algo serio, algo
digno. Por consiguiente, la crítica debe ser objetiva, bienintencionada y
efectuada dentro de determinados parámetros y condiciones, y por personas
conscientes y responsables. De lo contrario aquello no merece en digno nombre
de “crìtica”
La extensión de
la crítica debe ser proporcional a la del objeto criticado. Cuando se critica
un artículo periodístico o un aspecto del mismo, podría ser suficiente otro
artículo periodístico. Pero cuando se plantea controversia sobre el sistema de
ideas expuestas en un libro, lo más lógico, digno, noble, convincente y sobre todo
responsable, es que el crítico conciba, elabore y redacte otro libro,
expresamente dirigido a la refutación, tomando en cuenta la estructura total,
no elementos aislados, fuera de contexto.
Faltaría, pues, a
la ética una persona que pretendiese objetar un libro con dos o cinco frases,
ni siquiera con uno o más artículos, sin proporción en cuanto a la extensión ni
al grado de reflexión. Sería extremadamente fácil, deshonesto, irresponsable y
menos que mediocre, pretender derribar de dos plumazos, conceptos elaborados
durante largo tiempo de estudio.
Obviamente, las
objeciones deben expresarse mediante razonamientos pertinentes, desarrollados
conforme a las exigencias de la Lógica, deteniéndose en las cuestiones
fundamentales, profundizando en ellas, sin tautologías ni peticiones de
principio, ni utilizando falacias o recursos ad hominem.
Por supuesto, la
crítica debe constituir un aporte original, valioso, calificado; que no se
limite a repetir conceptos archiconocidos, lugares comunes, ni copiados de
otros autores; debe manifestar que ocupa un nivel superior de pensamiento,
superando el aporte de la obra cuestionada. Y si el autor propone un sistema,
el crítico debe proponer otro sistema, que evidencie ser superior, pleno,
creativo, adecuado, novedoso, útil, capaz de impulsar el desarrollo práctico en
la materia debatida, atendiendo al carácter y a los requerimientos de los
nuevos tiempos. No tiene mérito alguno tratar de abortar una propuesta y no
estar dispuesto a sustituirla por otra superior. La crítica no debe ser
impulsada por el ánimo innoble de destruir. Antes por el contrario, debe emanar
de un sentimiento de nobleza y del deseo de contribuir al progreso de la
sociedad y de la humanidad. De lo contrario, no vale la pena…
Estamos
conscientes de que constituye no sólo un derecho sino también un deber, refutar
aquellas tesis que consideremos erróneas o perjudiciales para el ser humano,
para la sociedad, para la naturaleza, para el destino del hombre, etc.etc.
porque contribuya a su envilecimiento o frenen su evolución.
Siendo, pues, una
tarea respetable, calificada y digna de encomio, no puede admitirse como vàlida
la “crìtica” realizada por beodos, ni en una noche de
farra, en un ambiente alegre, jocoso y estúpido donde lo que se hace sentir es
el ruido de las copas, de la música estridente y de las risas fatuas.
Y si son estúpidos
quienes pretendan “criticar” una obra en esas circunstancias, no es menos estúpida
la persona que lo dè como vàlido un juicio
de valoración proveniente de un borracho profesional o de un profesional
borracho, que en el punto vienen a ser la misma cosa.
Quienes prestan oídos a tales “críticos”, están tan ebrios de estupidez
como los propios “criticones”…