AQUI CABE DE TODO. EL INFIERNO EN EL SACRO Juan Josè Bocaranda E



Prensa
EL INFIERNO EN EL SACRO
Juan Josè Bocaranda E

Porque “aquí cabe de todo”, resulta válido que incluyamos,  ocasionalmente, ciertas teorías, por extrañas que parezcan, o algunas enseñanzas de naturaleza espiritual, de algún modo útiles o convenientes de conocer. Sin embargo, el hecho de referirlas no significa, necesariamente, que las aceptemos.

Cuando citamos algún autor o sus obras, de ninguna manera nos mueve la intención megalómana de hacer ostentación de cultura o de sapiencia (actitud que dejamos a los mediocres): nuestro deseo radica, simplemente, en servir de puente –bastante modesto, por cierto- a las personas que, debido a sus ocupaciones habituales, carecen del tiempo necesario para la lectura y la adquisición de cultura general. Con ello pretendemos despertar el interés e incitar al esfuerzo de ubicar el libro que citemos. Todo, en pro del ascenso del lector como ser humano.

En realidad esta labor la hemos realizado en relación con el pensamiento del Maestro Omram Aivahov, a quien hemos citado en varias oportunidades en esta página. Hoy nos referiremos a las enseñanzas del doctor Jorge Adoum (el Mago Jefa), médico y esoterista muy destacado, autor de extensa bibliografía, quien falleció en Río de Janeiro en 1958 y quien en una de sus obras, “el Reino Interno”, anota algunas ideas que nos resultan extrañas pero que, por alguna razón –siquiera meramente cultural- es conveniente conocer.

Los buenos sentimientos del ser humano son “átomos ángeles” o “inteligencias superiores” afines con la persona que las aspira de la atmósfera y que son atraídas solamente por el pensamiento del amor. De allí podríamos  inferir que cuando una persona se aboca a la meditación, no es suficiente la concentración, si ésta no es acompañada por  “el pensamiento del Amor en el Corazón”. Igualmente podríamos inferir que constituye toda una pérdida de tiempo y un desperdicio de esfuerzos físicos y mentales, e incluso de dinero, realizar, diariamente o no, ejercicios de meditación –como tantos presumen- cuando quien los lleva a cabo es una persona imbuida por el egoísmo o la mala intención. (Es lo que el Maestro Aivahov llama “la meditación del gato”, que se queda quieto pero pensando en ese momento cuántos ratones irá a comerse…).

Nadie puede salvarse a sí mismo –dice Jorge Adoum - si no trabaja por la salvación de los demás. Y para salvar a los demás es preciso que el hombre salve primero sus propios Centros Internos. Ello implica, necesariamente, desprenderse de los “átomos egoístas” que aspiramos cuando pensamos y sentimos atendiendo sólo a nuestros propios intereses.  Es por ello por lo que la humanidad no termina de iniciar el ascenso espiritual como es debido: muchos no meditan, otros no lo hacen correctamente, dominados por el egoísmo. De ahí que tengamos razón cuando afirmamos que el egoísmo es el aborto de la humanidad.

Ahora bien, el doctor Adoum nos deja sorprendidos cuando nos hace ver, implícitamente, cómo ciertos conceptos que para las diversas religiones se refieren a realidades externas al ser humano, atañen a realidades que están dentro de éste. Tales son, por ejemplo, el Edén y el Infierno, que él dice llevamos  con nosotros a todas partes. Cuando el hombre inhala el Gran Aliento, puede abrir la puerta que comunica el sistema nervioso cerebro-espinal, con el Simpático: esta es “la puerta del Edén”, cuyos umbrales defiende “el ángel de la espada flamígera”. Pero, mientras el Edén es un centro dentro del corazón, el Infierno, el átomo Enemigo Secreto, tiene su centro en el sacro (que, por cierto, poco tiene de “sagrado”). Por eso, concluye el Mago Jefa diciendo que “el cielo y el infierno se hallan dentro del hombre”, no fuera de él.


(Con razón las cosas marchan tan mal en el planeta, pues el mundo está llevando la energía por allá abajo, en los “anales”, es decir, en las regiones infernales del sacro. No arriba, en el corazón, como debería ser).