Prensa
DE LO
“INEXPLICABLE”
Juan Josè Bocaranda E
Ciertamente, existen
cosas “inexplicables” pero sólo en apariencia, pues suceden en forma por demás
tangible y evidente. Sin embargo, no faltan aquéllos que para todo y ante
todo exigen “comprobación científica”, como si la ley de causalidad fuese la
única que rige en el mundo de las relaciones entre los fenómenos.
El psicólogo y escritor
Carl Jung, de prestigio universal indiscutible escribió el prólogo del
milenario libro I Chin, donde define lo que denomina “principio de
sincronicidad”, paralelo al principio de causalidad.
El psicólogo suizo
comienza por plantear, no sin cierto grado de admiración, qué es lo que lleva a
ciertas personas a realizar actos que parecieran sembrados de misterio, como el
catador de vinos, el experto en antigüedades y los astrólogos:
Un catador examina
el aspecto del vino que burbujea a la altura de sus ojos; toma un sorbo, lo
saborea durante unos instantes, se da cuenta de su aspecto, y, para el asombro
de todos, determina, en forma exacta, la fecha, el lugar de origen y la ubicación
del viñedo.
Una persona entendida
en antigüedades, sin ningún otro elemento que lo oriente, sólo con mirar
detenidamente el objeto, es capaz de indicar en qué lugar fue fabricado y quién
fue su creador, trátese de un mueble o de una obra de arte.
Existen astrólogos que
apenas conocen la fecha del nacimiento de una persona, pueden establecer cuál
posición ocupaban el sol y la luna y cuál signo del zodíaco ascendía en
el momento del nacimiento.
“Frente a tales hechos
–escribe- es preciso admitir que los momentos pueden dejar huellas perdurables.
Estas “lecturas”, que llenan de admiración y efectúan personas especialmente
dotadas, obedecen al principio de sincronicidad, conforme al cual la
coincidencia de los hechos en el espacio y en el tiempo significa algo más que
un mero azar. Quiere decir que, en estos asuntos “misteriosos”, no es el
principio de causalidad o de secuencia de hechos, lo que opera. Es más:
quienes consideran “imposible” tal clase de aciertos, en los catadores, en los
anticuarios, en los astrólogos, o los califican como simple azar, lo
dicen, justamente, porque buscan una relación de causa a efecto que no
existe, pues lo que opera, como ya dijimos, es la coexistencia de los hechos en
el espacio y en el tiempo. Por ello expresa Jung que “…los pormenores
casuales entran en representación del momento de la observación y
constituyen una parte de él”, todo lo cual es ajeno a la mentalidad occidental,
que “tamiza, pesa, selecciona, clasifica, separa, mientras que la representación
china del momento lo abarca todo, hasta el más minúsculo y absurdo
detalle, porque todos los ingredientes componen el momento observado”..
La vía idónea para
comprender por qué aciertan admirablemente “los rastreadores”, son los
argumentos prácticos, no los argumentos abstractos. Porque no se trata de
ciencias físicas ni matemáticas, sino de una especial sabiduría que gira
en el ámbito de una ciencia muy especial relativamente poco conocida todavía.