SABIOS Y ERUDITOS. Juan Josè Bocaranda E.



Prensa
Aquí cabe de todo 
SABIOS Y ERUDITOS
Juan José Bocaranda E

Para ubicar las cosas en su justo lugar…

Cuando, en primer año de Derecho, un compañero entregó la prueba del examen de Constitucional, salió del aula lastimosamente  meditabundo. De pronto, gimiendo, se propinó una fuerte palmada contra la frente, porque ¡se le había olvidado una coma…! A  punto de  caer infartado, lo auxiliaron algunos compañeros, quienes se apresuraron a darle algunos sorbos de agua...

”Este tiene evidente vocación para erudito” –pensamos-, y el tiempo nos dio la razón. En pocos años se destacó de tal forma que era llamado con frecuencia a diferentes programas de televisión, donde ostentaba una memoria portentosa. Parecía  un volcán de datos, fechas y autores, con la mención de títulos y subtítulos de toda una ristra de libros de vieja y de nueva data. Por supuesto, jamás perdía la oportunidad para difundir que se había graduado summa cum laude. Lo que no decía era la forma en que lo había logrado, a punta de mero caletre. Se  perfeccionó aun más, para impresionar a los televidentes que todo se lo tragan, aprendiéndose de memoria el índice de contenido de los libros, para dar la impresión de que poseía una cultura que se perdía de vista. Y como los semejantes se atraen, contrajo matrimonio con una joven abogada,  hija de un profesor eminente y la cual  también se había graduado utilizando el mismo recurso procesal: “cum summo caletre”. Y por esa vía habían realizado un posgrado, devorando a grandes zancadas cerros de libros, como lo ordenaba el Profesor Desaforado, también erudito..

Ahora bien, cuando se pondera que alguien es una persona sabia, suele decirse que es un erudito. Y en efecto, la etimología latina así lo lleva a entender. Sin embargo, a pesar de todo lo que digan Plinio, Cicerón y todos los demás,  sabiduría y erudición no son sinónimos, como tampoco lo son sabio y erudito.  Erudito es el que reúne una gran variedad de datos y noticias, pero sin encadenamiento filosófico,  sin sistema. El erudito no llega a entrelazar y ordenar la variedad de noticias para integrar un  conjunto ordenado de conocimientos, porque esto  exige profundización, reflexión y análisis, síntesis, jerarquización, coordinación y conclusiones originales y plausibles. Nada de esto, porque el erudito carece de algo fundamental,  que distingue al sabio: la creatividad. Por cierto,  la Educación, a todos los niveles, debería orientarse a generar seres pensantes y creativos, en lugar de favorecer la existencia de simples acumuladores de conocimientos.

Para Roque Barcia,  docto es el hombre que ha aprendido mucha doctrina, sabio es el que la tiene, no sólo por estudio, sino también  por propia observación y propio talento. La tarea del docto consiste en aprender. la del sabio, en ordenar, la del erudito, en averiguar y leer. El docto entiende un libro, el sabio lo demuestra, el erudito ve el título, el autor, la edición y la fecha. El docto enseña, el sabio escribe, el  erudito cita. El  docto ve la serie, el erudito, el hecho.  El sabio comprende la razón de la serie y del hecho. Lo contrario de docto es indocto. Lo contrario de sabio, ignorante. Lo contrario de erudito, rudo”. (Aunque –decimos nosotros- hay muchos eruditos que se muestran rudos, por la petulancia con la que (mal)tratan…

Los eruditos suelen ser llamados como asesores en lo profano y en lo divino, en lo de aquí y en lo de allá,  a todas las escalas. Para ello suelen echar manos de decenas y decenas de frases, refranes, aforismos y proverbios. Pero, por mucho que se esponjen, jamás expresan ideas verdaderamente importantes. Porque esto último queda para los sabios auténticos, si bien se da la paradoja de que la gente estúpida y mediocre los asumen como sabios, mientras que a los sabios los menosprecian como tontos, porque, simplemente,  no son hojarasca agitada por los vientos, sino amantes de la modestia y del silencio. 

Hay muy pocos sabios y, según se las creen,   muchos “eruditos”. Por eso debemos afinar el oído, para que captemos las diferencias y tengamos las cosas muy claras, bajo el dicho de la sabiduría popular de que “los toneles vacíos son los que suenan”.