DIGNOS DE LA DIGNIDAD. Juan Josè Bocaranda E


Prensa
DIGNOS DE LA DIGNIDAD
Juan José Bocaranda E
No se realiza la dignidad humana sin verdadera libertad. Pero, tampoco hay libertad verdadera sin contención que la limite y circunscriba. Porque libertad sin contención no es libertad sino esclavitud, sometimiento a una naturaleza desbocada.
La libertad no nos ha sido reconocida sino para ascender a la perfección, enriqueciendo, por esa vía, la dignidad. Es un medio para la dignidad y  no un fin en sí misma. Es, por consiguiente, un camino hacia el bien y  la virtud. Constituye un absurdo suponer que la verdadera libertad consista en su propia corrupción. Por desgracia,  está muy arraigada la concepción negativa de la libertad: el supuesto de que existe un libérrimo derecho innato a la libertad, que permite obrar sin responsabilidad, sean cuales sean las consecuencias. En el ámbito jurídico, la libertad no es un derecho, sin más. Cuando la Constitución consagra los diferentes tipos de libertad  -libertad personal, de tránsito, de asociación, de comunicación, etc- entiende consagrada la contraparte, es decir, los deberes y las obligaciones, y enmarca el concepto general de libertad en principios jurídicos como el principio de que el disfrute de la  libertad  no debe impedir o limitar la libertad de los demás; y el de que la violación de la idea genuina de libertad implica la violación de leyes y genera consecuencias.
Todo esto nos indica que la libertad  está sometida al gran principio de contención.
Pero, por encima de la esfera jurídica, gira y prevalece la esfera moral, que también contiene principios relativos a la contención. Tal es el principio de que todo individuo consciente , según  su comportamiento, se hace merecedor de la libertad; y el principio de que cuanto mejor y más racionalmente hagamos uso de la libertad, más enriquecemos la dignidad. Todo lo cual nos dice que la libertad no es en la práctica un valor absoluto, sino relativo, pues está condicionado, no vale de por sí, sin responsabilidad que la encamine hacia un fin plausible. Este fin plausible es el incremento de la dignidad. A su vez, el principio de la dignidad humana, si bien es absoluto, porque se da por sí, teóricamente, sin necesidad de establecer su fundamento, es, desde otro punto de vista, algo relativo, porque  exige la responsabilidad del individuo. Asì, pues, la dignidad no “es”, simplemente: debemos realizarla con el sano uso de la libertad. Debemos ser “dignos de la dignidad”, merecer la dignidad.
La dignidad existe como un ideal, pero no se concreta sino en la medida de nuestra voluntad consciente. Mi dignidad “es”, idealmente, pero  debo realizarla en la pràctica mediante la libertad.
Ser digno de la dignidad consiste en merecer en los hechos su goce y su disfrute. Por esta razón, la dignidad humana, en el plano pràctico, no debe reconocerse sino a las personas responsables, es decir, a las que saben hacer uso sano de la libertad. 
La dignidad no es una etiqueta “natural”, ni  una puerta abierta a todas las invasiones. Tampoco,  un cómodo pretexto  donde encuentren refugio las desviaciones de la libertad.
Por todo lo anterior cabe afirmar: no tengo derecho a robar, abusar, ofender, asesinar, y, al colmo del cinismo, buscar el amparo de mi dignidad y de la ley que protege mis derechos humanos. Si salgo a ejercer violencia contra las personas para arrebatarles sus pertenencias; si soy asesino y asaltante de caminos, ¿realizo mi dignidad corrompiendo mi libertad?  ¿Realizo mi dignidad cuando desvío mi libertad hacia los disvalores,  perpetrando el mal? La desviación de la libertad es la negación de la propia dignidad. Cuando los malvivientes violan la dignidad de otros, están renunciando a su propia dignidad y a los derechos que la protegen.

Ayer, Barrabás reclamó los “ derechos humanos” mientras era crucificado un Inocente. Hoy los reclaman los que ofenden, agreden, roban y  crucifican   a los ciudadanos honestos. Es una aberración. Lo peor está en que los malandros siempre encuentran quienes los defiendan, en contra de la justicia. Porque los derechos humanos no dejan de ser un conveniente negocio para muchos…