PASAR A LA HISTORIA. Juan Josè Bocaranda E



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PASAR A LA HISTORIA
Juan Josè Bocaranda E

Unos pasan a la historia debido a la trascendencia de sus buenas obras. Tal sucede con los santos,  con los  sabios o con los héroes de altura, que lo hacen sin proponérselo. Otros se destacan por causa de sus malas obras, como aquèllos que se permiten abrir puertas al odio, a los complejos y a las frustraciones, y quienes muchas veces ejecutan autènticas barrabasadas, justamente, para ser conocidos. Como aquel sujeto que incendiò la gran Biblioteca de Alejandrìa o como los delincuentes que se atribuyen la perpetración de crímenes atroces aunque no hayan sido sus autores. Y hay otros, finalmente, cuyos nombres permanecen en la mención del recuerdo casi por casualidad, aun por causas intrascendentes, insignificantes y , a veces, hasta ridìculas.

A esta tercera categoría pertenece el conde inglès John Montagu, quien nació en 1718 y murió en 1792: se destacó entre sus contemporáneos, no por el desempeño de algunos cargos políticos y militares, como los de ministro de Correos o secretario de Estado, sino por la muy poco envidiable capacidad para permanecer sentado màs de 24 horas seguidas, abocado al juego de cartas, que le consumìa la vida de pasiòn.

Este cuarto conde de Sandwich,  en efecto, dominaba el arte de suspender como el màs portentoso  faquir o el mejor santón indù, todas las descargas naturales del cuerpo humano, durante varios días, si bien – debe admitirse- le resultaba imposible dominar la necesidad de ingenir alimento. Pero, como querìa manejar el mazo de cartas desaforadamente y a la vez no querìa “ensuciarse” los dedos impregnàndoselos con los alimentos, penaba y sufrìa, al borde de los demayos, por causa del hambre. Hasta que un dìa se le encendiò el bombillito de la creatividad y ordenò al mucamo de turno que le abriera la panza a un pan y le colocara algunas rebanadas de carne y queso. Y asì nació el famoso “sànguche”, que hoy casi hace desaparecer, si no se avispa, a nuestra humilde aunque carìsima arepa. Lo cual no tiene nada de raro si no olvidamos que  los colonizadores europeos, con el màs grande desparpajo y abuso, casi exterminaron a la raza indígena, a pesar de ser èstos los autènticos dueños de estas tierras.

Ahora bien, es igualmente necesario referirse, entre quienes pasan a la historia, a quienes lo hacen utilizando y envileciendo la justicia a través de la interpretación “conveniente” de la ley, alzada por los cabellos. Tal es el caso histórico de los llamados “Jueces Regios”, de Persia, respecto a los cuales nos habla Herodoto cuando refiere que entre los Persas no había precedentes de que un hermano se hubiese casado jamás con su misma hermana; pero que “Cambises, criminalmente preso del amor de una de sus hermanas, a quien quería tomar por esposa, viendo que iba a hacer en esto una cosa nueva y repugnante a la nación, convoca a los jueces regios y les pregunta si alguna de las leyes patrias ordenaba que un hermano  se casara con su  hermana. Los jueces, más  cortesanos  que  jueces,  no protestando menos celo de la justicia que atendiendo a su propia conveniencia, dijeron que ninguna ley hallaban que ordenase el  matrimonio  de  hermano  con  hermana, pero si hallaban una que autorizaba al rey de los Persas para hacer cuanto le viniese en gana. Interpretaciòn que representaba dos ventajas:  la  de  no  abrogar  la  costumbre  recibida,  temiendo que Cambises no los perdiera por prevaricadores, y la de lisonjear la pasión del soberano en aquel casamiento, citando una ley a favor de su despotismo. Casóse entonces Cambises con su hermana,  de  quien  se  había  dejado  prendar,  y  sin  que pasara mucho tiempo, tomó también por esposa a otra  hermana,  que  era  la  más  joven  de  las  dos…”

Hay muchas formas de pasar a la historia por los caminos tortuosos. Pero, quienes utilizan la Justicia retorciendo las leyes para fines abyectos, pasan a la historia detestable de quienes verán anotados sus nombres en el Libro Negro de la Perversiòn del Derecho y la Justicia.