RADIETESIA, SALUD Y MALAS INTENCIONES
Juan Josè Bocaranda E
Prensa
Tremendo secreto afirmar que los
precios de las medicinas dentro de poco tiempo
tocaràn los cimientos del Trono
del Altìsimo. Y ello nos produce grima, es decir, se nos engrinchan los dientes
del alma, cuando nos detenemos a pensar en las familias de modestos ingresos
económicos, donde nadie tiene derecho a enfermarse para no hundir en el hambre
y en la penuria al resto de los parientes.
Como se trata de una desgraciada
espiral que nada ni nadie està dispuesto a enfrentar, es preciso que la gente
recurra a otras vìas que le permitan resguardar la salud y hasta salvar la
vida. Ese recurso puede ser la Radiestesia, puesto que la misma puede servir
para establecer cuàl es el órgano
afectado y cuàl la causa de la dolencia. Subsecuentemente, vendría la
“recomendación” –no la “prescripción”- de una medicina adecuada, que también
indique la Radiestesia, pero que jamàs, jamàs, debe ser alopática, sino natural u homeopàtica.
Sin embargo, viene el tropiezo:
la posible imputación del delito de ejercicio ilegal de la Medicina, castigado
con pena de prisión comprendida entre seis meses y dos años, lo cual puede
evitar el radiestesista si actùa dentro de un marco de previsiones. En primer
lugar, jamàs incurrir en la inmoralidad de anunciarse como mèdico, si no lo es,
o en la de atribuirse ese carácter. Por ello, debe recalcar, subrayar,
enfatizar y repetir mediante un disco de larga duración, que no es mèdico sino,
“simplemente”, radiestesista, agregándole, de ser posible, el adjetivo
“humilde” y hasta las expresiones “cristiano y fraterno servidor”, lo que es
sumamente importante, de fondo, pues el radistesista debe considerarse un colaborador,
entregado al bien de los demás, no a la especulación de su bolsillo, señalando,
igualmente, que no vive de la Radiestesia sino
de otra profesión, lo que significa que
para èl la Radietesia es una forma de comprensión, de compasión, de
caridad.
Tambièn debe evitar, para no ir a
la cárcel, (donde sì podrá ejercer la medicina radiestèsica libremente, a favor
de sus colegas de prisión, sòlo utilizando un botón y una cuerdita): no usar
placas, insignias, emblemas o membretes de uso privativo o exclusivo de los
médicos, ni practicar exámenes o tratamientos mèdicos, ni realizar actos,
emitir juicios o utilizar expresiones que sugieran que es profesional de la
Medicina. Debe cuidarse, por otra parte,
de las trampas y de los traposos, pues nada tiene de extraño que un dìa
solicite sus servicios un agente encubierto, provisto o no de grabador oculto,
con la idea de “cazarlo” ejerciendo la Medicina, como le ocurrió en los EEUU, a
la señora Ruth Drown (1892-1963), mártir de la Radiònica Mèdica, quien, como
escribe nuestro amigo Eduado Benavides (q.e.p.d), “como no tenía licencia para ejercer la medicina y como
había hecho numerosos diagnósticos y tratamientos exitosos, despertó los celos
y la envidia de algún sector de la medicina oficial y de las empresas
farmacéuticas. Aprovechando algunos despachos interestatales y considerando que
el tratamiento de las enfermedades, por medio de equipos no reconocidos
oficialmente, constituía delito federal, la Food and Drugs Administration del
Estado de California la acusó de fraude y de ejercicio ilegal de la medicina.
No obstante el hecho de que todos los testigos que presentó la apoyaron y
declararon en su favor, fue condenada a pagar una multa de $ US 1000 y a
limitarse a exclusivamente a la investigación científica”. Pero, “en 1963 una
mujer, enviada como señuelo, solicitó y obtuvo de la Dra. Drown un diagnóstico.
Fue arrestada en su domicilio, destruido y saqueado su laboratorio, y enviada a
prisión. Apeló de la sentencia, pero el recurso no fue resuelto durante años.
Fue llevada a la prisión de California y cuando recobró la libertad estaba su
salud muy quebrantada por el sufrimiento y no tenía cómo reiniciar su trabajo.
Tuvo dos ataques de apoplejía y murió poco después del segundo”.
¡Ah! Si la señora Drown hubiese consultado el péndulo antes de recibir a
la visitante, se hubiese evitado estos problemas. El radietesista tiene a su
alcance la facilidad de averiguar a quièn va a recibir y cuàles intenciones lo
traen. Porque de que el mundo està (re)lleno de miasmas (in)humanas, es algo
indiscutible.